¿Alguna vez has tenido algo que realmente deseabas pero parecía que se te escapaba constantemente? A mi me ha pasado varias veces.
Debo confesar que a veces no le pido a Dios su opinión sobre mis planes, simplemente se los presento y le pido su bendición. Hay otras ocasiones en las que pido su guía y escucho un claro “no”, pero finjo que no lo escuché y sigo persiguiendo eso que quiero una y otra vez.
A veces el problema no es que Dios no esté hablando, sino que no queremos escuchar. No importa cuántas señales nos envíe Dios si no estamos dispuestos a obedecerle.
Algunos “no” son más fáciles de aceptar. Como el no que recibí cuando apliqué a un trabajo que realmente me gustaba. No fue fácil sólo porque terminé consiguiendo un trabajo que amo absolutamente en otro lugar, sino porque no tenía otra opción. Dijeron que no y eso fue todo.
Pero ¿qué pasa con esas circunstancias en las que sabes que la respuesta es no pero de todos modos la puerta sigue abierta? ¿Cuando sabes que ese trabajo no es parte de los planes de Dios para ti, pero lo aceptas de todos modos?
¿Cuando sabes que alguien no es bueno para ti, pero lo persigues de todos modos? ¿Cuando sabes que no deberías ir a esa reunión con esos amigos porque son una mala influencia pero vas de todos modos?
He aprendido que hay un miedo detrás de la decisión de cruzar una puerta que sabemos que no es buena para nosotros. Y todo se reduce a "¿Y si?" ¿Y si no consigo ese trabajo y podría haberme dado mucho dinero? ¿Y si dejo ir a esta persona y no encuentro a nadie más? ¿Ysi no voy a esa reunión y ya no quieren ser mis amigos?
O incluso, ¿Y si estoy malinterpretando a Dios?
El “no” que me acercó más a Dios
Estuve saliendo con alguien por poco más de un año, nada formal, éramos “solo amigos”, pero ambos sabíamos que era más que eso. Escuché a Dios hablarme suavemente un par de veces diciéndome que ese hombre no era bueno para mí, pero lo ignoré.
En cambio, seguí abriendo mi corazón y llenándolo de esperanzas y sueños sobre un futuro que nunca se haría realidad. Sólo para que lo aplastaran una y otra vez.
El “no” de Dios se hizo más fuerte, mientras yo seguía llevándole mi corazón roto. Y me di cuenta de que no era que su voz fuera más fuerte, simplemente estaba más cerca. Mi dolor me había acercado a Él y podía escucharlo con mayor claridad.
“Acércate a Dios y él se acercará a ti”. - Santiago 4:8
Durante nuestras conversaciones, en medio de mis constantes lamentos, podía escuchar a Dios repetir suave y dulcemente: “Confía en mí”.
“Sí, Dios”, decía, “confío en que tienes a alguien mejor para mí”. En ese momento estaba bien familiarizada con Isaías 55:8-9 y sabía que los planes de Dios eran más altos que los míos.
Pero Dios gentilmente retrocedió y dijo: “No, confíame tu corazón”.
Empecé a darme cuenta de que uno de los miedos que me impedía seguir adelante con esa relación era el temor a la angustia que experimentaría al dejarla ir. Dios no sólo me estaba pidiendo que le confiara mi futuro, sino también que le confiara mi dolor.
Quiero dar un momento para que puedas asimilar eso. ¿Qué decisión has estado retrasando porque temes el dolor que experimentarás? ¿Qué pasaría si pudieras confiarle a Dios ese dolor?
Una vez que pude identificar qué era lo que me impedía seguir adelante, finalmente dejé ir a esa persona y me abracé al dolor que estaba por llegar. Y vaya que dolió. Terriblemente. Sin embargo, encontré consuelo al saber que Dios estaba conmigo. Y cuanto más me dolía, más me aferraba a Él, permitiendo que su tierno amor reparara los pedazos destrozados de mi corazón.
Creo que es fácil agradecer a Dios por los “no” cuando finalmente conseguimos ese “algo mejor” que esperábamos. Pero a través de esta experiencia, me encontré agradecida no por el íncreible hombre que trajo a mi vida, sino por cómo ese “no” a esa otra relación profundizó mi confianza en Dios y cómo me acercó a su corazón.
Quizás hoy te esté costando ser obediente a ese “no” que Dios te sigue susurrando al oído. Tal vez tengas miedo de lo desconocido o del dolor que podría conllevar.
Mi aliento para ti es que sigas acudiendo a Dios. Síguele compartiendo esos temores e incluso pídele que te ayude a confiarle tu corazón. Hay belleza en lo que puedes encontrar al otro lado de ese “no”. Hay belleza en encontrarlo a Él.
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